
Especies de espacios
¿Qué diferencia hay entre un salón de fiestas, un aula y una casa de velatorios? Todas son habitaciones, nomás cambian los muebles y la decoración.
Desde hace dos o tres semanas, según el país, la mitad de las personas del mundo estamos en confinamiento por primera vez en la historia. Si superponemos esa mitad con el 50% de la población mundial que tiene acceso internet, al menos el 25% de les humanes (quizás más) pasamos todos nuestros encuentros al plano del contacto digital en cuestión de días. Cada une tendrá sus ejemplos. Por acá ya celebramos el cumpleaños de mi hija, que jugó al tutti frutti con sus compañeros de escuela y también con amigas que viven en otros países; ya hicimos fiesta con baile, soplamos velitas y alzamos copas en el séder de Pesaj. Ni que hablar de las reuniones de trabajo, los recitales, webinars y conferencias, las clases de yoga por instagram y facebook live. Hasta los congresos de todo el mundo están sesionando por estas mismas salas; en Senado TV podemos chusmear las casas de quienes nos representan.
La semana pasada, un primo de mi madre que vivía en San Pablo, Brasil, murió por coronavirus. Su viuda, de ochenta años, estaba aislada en su casa, sin poder enterrarlo ni abrazar a sus hijos. La familia tomó una sala de encuentro virtual y organizó una shivá, un ritual velatorio judío, con más de 100 personas conectadas desde cinco países diferentes para compartir su tristeza. Si el encuentro hubiera sido físico, muchísima menos gente habría participado, pero de otra forma.
En el capitalismo nada se pierde, todo se transforma. Así como el mercado desarrolló champú para pelo lacio, ondulado, seco, teñido y con caspa, imagino que pronto estos protoespacios virtuales se especializarán para ofrecer “modos” al organizar una reunión: modo cumpleaños, modo salida nocturna, modo clase, modo reunión comercial, modo asamblea, modo mitín político y así. Como diría Bajtin: un modo de sala de videollamada para cada esfera de la actividad humana. Quizás hasta nos lo cobren como amenities, modelo freemium.
Mientras estos espacios virtuales prueban su plasticidad, a través de nuestras pantallas vemos en tiempo real cómo aulas, estadios, parques y salas de espectáculos se convierten en hospitales. Si en esta cuarentena de aislamiento global el tiempo no es lo que era, el espacio tampoco.
Cuando esas ex aulas devenidas en hospitales se llenen de convalecientes, seguramente cada une estará a la vez en un aula, en un hospital y también, celular en mano, en un cumpleaños o en una sala de conciertos. Anoche mismo celebramos el séder de Pesaj y en las ventanitas vimos ocho comedores y una cama de hospital, ya que uno de los familiares participaba desde la clínica donde está internado con dengue. Origamis de espacios. Moebius de espacios. ¿Quién va a decir qué es más real?
De repente tanto el mundo físico como el digital se revela como obra en contrucción en sentido literal. Las paredes, el techo y hasta el piso de ayer pueden no estar más. Obviedades dichas hace rato: Todo lo sólido se esfuma, las catedrales se prendieron fuego. En la intemperie van apareciendo materiales -repartidos de manera injusta, sin duda, pero algo hay- como para armar otra cosa. De otra naturaleza, menos marmórea, más flexible.