De Raúles y Mabeles: garantes e incorporaciones en la “tuitósfera” argentina
Por Ana Laura Maizels y Marcela Basch
Este artículo se presentó en las I Jornadas de Semiología organizadas por la cátedra Di Stefano del Ciclo Básico Común de la Universidad de Buenos Aires, el 27 de septiembre de 2018, en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA).
Introducción
Este trabajo surge, por una parte, de la práctica áulica y del interés, en tanto docentes de Semiología, por desarrollar estrategias didácticas que faciliten a los estudiantes el acceso a los conceptos teóricos de la materia. Por otra parte, nace en el espacio digital de la red social Twitter. Las autoras nos conocimos primero allí, a partir del interés común por indagar acerca de un fenómeno particular -el caso de “Raúl”-, y de Twitter como espacio privilegiado de puesta en escena de conversaciones, circulación de voces y discursos sociales.
Desde hace un tiempo, observamos la circulación de una asociación entre características enunciativas, modos de ser y actuar y estereotipos (Amossy y Herschberg Pierrot, 2001, Amossy, 2001, 2010) de sujeto a los que se dota de nombres propios (1). Al calor de la efervescencia de los discursos feministas durante el debate por la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, creció en Twitter el uso del término “Raúl” (y también “Mabel”, algo así como su versión femenina), para denominar a posiciones enunciativas que sostienen un discurso “conservador” en relación con los roles genéricos, entre otras cuestiones.
Nos interesa indagar en la construcción discursiva de ese personaje y en los diferentes -y complejos- procedimientos enunciativos que se ponen en juego alrededor y a partir de ella, sus fenómenos polifónicos y su dimensión retórica y polémica. Consideramos que lo que se pone en juego bajo el nombre de “Raúl” son diferentes formas del garante, entendido como “versión más encarnada” y “conjunto de las determinaciones físicas y psíquicas relacionadas por las representaciones colectivas con el personaje del enunciador”; e incorporación, en tanto “la manera en que el intérprete –oyente o lector– se apropia de este ethos”-, propuestas por Maingueneau (2002). Advertimos, entonces, este caso paradigmático de construcción de sujetos discursivos en redes sociales y nos proponemos bocetar cuáles son estas formas estereotipadas y de qué manera se cristalizan y son incorporadas (2). Para ello abordamos un corpus constituido por una selección de mensajes de la red social Twitter publicados durante el otoño e invierno de 2018.
Este trabajo constituye un primer acercamiento, un intento de abordaje de un fenómeno complejo, que no pretende agotarlo sino ponerlo en discusión en el espacio académico -tanto entre pares como a partir de comentarios en la práctica áulica-. Además del objetivo pedagógico, nos permite reflexionar acerca de la configuración de sujetos discursivos en el marco del debate público, con consecuencias de peso en la construcción de actores y vínculos sociales y, en última instancia, de ciudadanía. Abordar la complejidad de los fenómenos enunciativos que se dan en esta red social a partir de las herramientas del análisis del discurso nos permite acercar estas herramientas a la vida cotidiana.
“Un Raúl”, “Los raúles”: del nombre propio a la categoría
Nuestro trabajo nace de advertir la circulación en Twitter de un uso anómalo de los nombres propios antes mencionados -en particular, “Raúl”-, en formas del plural (“los raúles”) o con un determinante indefinido (“un Raúl me dice”; “un Raúl de oficina”), usos en los que, en general, se mantiene la mayúscula. Así, en estos tuits el nombre “Raúl” no se utiliza su carácter de “propio” sino como un sustantivo común: es decir, no refiere a un individuo particular entre otros de su categoría sino a todos los posibles dentro de la clase. Como nombre-categoría sufre procesos de derivación morfológica, generando otros sustantivos (“raulado”, “raulandia”), y adjetivos (“rauliano”, “raulísima”) encontrados en el corpus.
Por otra parte, notamos también que estos nombres propios, además de usarse para categorizar, tienen valor de subjetivemas (Kerbrat-Orecchioni, 1986) al implicar una crítica, un posicionamiento valorativo.
El acto de nominar (3), de dar nombre, designar o determinar lingüísticamente, nos pone frente a un fenómeno de reconocimiento y creación. Al usar un nombre propio para definir una categoría asociada a características primordialmente discursivas, se da vida a un personaje: en este caso, “Raúl” es el garante, en tanto figura emanada del discurso, y configura un estereotipo (compuesto por características enunciativas, comportamentales, ideológicas e incluso físicas) en la tuitósfera argentina.
De acuerdo con Amossy (2010) todo proceso de construcción de identidad se basa en un proceso de estereotipización. Para la autora (2001) los estereotipos son representaciones cristalizadas, esquemas culturales preexistentes que expresan un imaginario social. El estereotipo categoriza, esquematiza a la vez que generaliza y por ello simplifica y recorta lo real (2001: 32). En este sentido, resulta indispensable para la cognición.
A la vez expresa un imaginario social; esta visión esquemática y deformada del otro conlleva prejuicios que abrevan en la doxa. En este sentido, Amossy y Herschberg Pierrot (2001) destacan el carácter de “cohesión social” y “elemento constructivo” del estereotipo en la “relación del ser humano consigo mismo y con el otro”.
Estas representaciones colectivas cristalizadas juegan un papel fundamental en la cohesión de grupo y la consolidación de su unidad. (2001:47). Por eso, abordar la configuración de “Raúl” implica necesariamente, de manera especular, definir la posición enunciativa de quien usa este término, e intentar desentrañar los intrincados mecanismos enunciativos que se dan entre ellos.
Empezaremos por delimitar sucintamente, a partir de los rasgos que se le otorgan a “Raúl” en los tuits que conforman nuestro corpus, las características de este sujeto.
¿Quién es -o cómo es- (un) “Raúl”?
El “concepto” de Raúl encarna (y en este sentido la noción de garante como “cuerpo enunciante” se puede ver claramente) lo que los intérpretes incorporan como las actitudes de un grupo social. Las características que se asocian a la construcción denominada “Raúl” son de diverso tipo. Se lo define principalmente por su posicionamiento respecto de ciertos temas, sus estados emocionales y hasta rasgos psicológicos y físicos.
Por ejemplo, “los raúles” se indignan ante la ausencia en los medios de comunicación del mundial de fútbol y la disputa que frente a este tema significa la cobertura por la IVE. Estas emociones se describen, por los enunciadores, tanto de manera explícita (“indignadísimo”) o a través de lo que las enunciaciones referidas permiten identificar (el tono que permite interpretar la proliferación de comillas que usan los enunciadores, la selección léxica que hacen (“hasta los huevos”); sus actos de habla (amenazar: “después no se quejen”).
De los 30 tuits que constituyen el corpus, 23 -casi el 80%- destacan su posición respecto de cuestiones de género. En pocas palabras, se le atribuyen a “Raúl” rasgos machistas y conservadores: oposición a la ley IVE y todo tipo de derechos de mujeres y minorías sexuales, oposición al lenguaje inclusivo, misoginia, desprecio y maltrato hacia la mujer en todas sus formas, homofobia. También se le adjudican otros rasgos complementarios, como intolerancia, incomprensión, agresividad, prepotencia, tendencia a la ira, la indignación y la violencia, ignorancia combinada con soberbia, terquedad, fanatismo por el fútbol y hasta estupidez. Como vemos en los siguientes casos, algunos de estos elementos se unen para formar el mansplaining, definido como el acto en que un hombre le explica a una mujer algo de lo que ella sabe mucho y él nada.
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2.
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En otros tuits se suman rasgos más diversos, pero siempre con valoración negativa, como la hipocresía, el individualismo, el pensamiento retrógrado, la literalidad, la tendencia a la trampa y la transgresión a través de la “viveza”, la falta de respeto a los ciclistas. También se describen rasgos físicos (“60 años, pelado, petiso, panza”), y hasta se lo dibuja en coincidencia con ellos. Un tuit da una descripción ideológica panorámica asociando posicionamientos diversos: “Indignados por la donación de órganos, pro-vida, antifeministas, declarados fans de fútbol y creyentes del no vuelven más”.
En principio, la consolidación del nombre “Raúl” para este estereotipo -así como los de “Mabel”, “Tincho” o “Milipili” para otros- parecería indicar determinado corte etario y socioeconómico, asociado a la mayor frecuencia del nombre en cierta época y estrato. Siguiendo esa línea, “Raúl” representaría a un hombre mayor de 60 años, ya que según el Renaper, la frecuencia del nombre desciende fuertemente a partir de 1955. Sin embargo, resulta interesante comprobar que los rasgos que se atribuyen a “Raúl” no son homogéneos. En el corpus hay tuits que refieren “raúles” más jóvenes, con empleos en tecnología y alto poder adquisitivo. En tanto elemento emanado de la doxa, el estereotipo es difuso, contradictorio y escurridizo.
Los casos relevados concuerdan en un rasgo discursivo: todos los elementos que se destacan provocan rechazo en quienes usan el término “Raúl”. Los “raúles” son descriptos como “sujetos que condensan mierda”, “torrente de caca”, “cucarachas”.
De la cita textual a la voz social circulante: un continuum de heteroglosia
¿Cómo se elicitan estos rasgos, cómo aparece la figura del “Raúl” en esta red social? Se observa en Twitter a partir de diversos fenómenos de heteroglosia, insertos además en la dinámica de funcionamiento propia de la plataforma, de por sí basada en la interacción de voces. El estereotipo se construye en una conversación tejida a través de cientos de diálogos, pública e infinita, sin límites geográficos sino de comunidades discursivas.
Partiendo de la hipótesis de “Raúl” como un garante, iniciamos la búsqueda en sus palabras. Proponemos entonces una primera clasificación de los tuits del corpus a partir de las diferentes formas en que se pone en circulación la voz que se le atribuye. Encontramos una suerte de continuum de formas de introducción de la palabra del otro, en este caso, “Raúl”. Parte desde un polo que podríamos llamar, junto a Bajtin (1979), el de máximo grado de alteridad entre discurso citante y citado (en las diversas formas de la cita), hasta llegar al opuesto, de máximo grado de asimilación (en la alusión). E incluso más allá: en algunos tuits ya no se citan dichos, sino que se describen actos y actitudes atribuidas a “Raúl”. Sin embargo, es destacable que casi todos son actos, al menos en parte, verbales o discursivos, como el mansplaining. En todo el arco de este continuum se puede apreciar, además de las características de “Raúl”, la actitud del enunciador citante frente a esa voz.
En el polo de máxima alteridad con la voz del otro se encuentra un recurso particular de Twitter: el tuit citado, que conserva los rasgos de la situación de enunciación original. La distancia crítica se manifiesta a partir de comentarios que “presentan” el tuit; ahí se identifica como “Raúl” a su autor. En estos comentarios (cfr. 4, 5 y 6) podemos observar la incorporación que los enunciadores de los tuits hacen de esos garantes que “emanan” del discurso social.
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En el mismo punto de este continuum, pero con otra organización enunciativa, se encuentra el caso de la respuesta a un tuit precedente donde se usa el vocativo “Raúl” para apelar a su autor y, a la vez, catalogarlo.
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Luego encontramos el discurso referido en estilo directo y el indirecto. (cfr. 8 y 9). En los dos casos, se atribuye esa enunciación citada a “un Raúl” en el discurso citante, junto a matices evaluativos.
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Así podríamos llegar hasta los tuits que traen la palabra ajena por medio de alusiones. Pero conviene señalar que este continuum se solapa con otro, que recorre el arco desde la voz más “asignada”, atribuida a un hablante en particular y con anclaje en una situación de enunciación específica (Cfr. 10), a la voz delegada de manera más pura y explícita a un fragmento de heteroglosia social, el discurso social circulante. (cfr. 11).
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En el último paso, se salta de esa voz delegada al enunciador señalado como “Raúl” a alusiones: actos de habla -entre otros- que se atribuyen a esa misma figura, devenida -encarnada, incorporada- garante en el discurso social, como en los siguientes casos (12 y 13):
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13-
Es a partir de estos tuits -”descriptivos”- que podemos reconstruir la figura de un garante, y el proceso de incorporación que el sujeto citante -crítico- hace de ese “cuerpo enunciante” que pone en escena. Esto se verifica en tuits que llegan a caricaturizar a este sujeto social, incluso con dibujos, y consolidan así el pasaje al estereotipo (cfr. 14 y 10).
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Raúl como antagonista fantasmal: el diálogo escenificado
Por lo tanto, un abordaje discursivo a los “raúles” implica necesariamente, en una suerte de espejo invertido, abordar las características enunciativas -y ethicas- de quienes los nombran. En el análisis del corpus se puede distinguir (al menos) dos formatos diferenciados de enunciación, con destinaciones múltiples.
Siguiendo a Maingueneau (2010), quizás podríamos aventurar provisoriamente que en los tuits, en tanto género, la escenografía más frecuente es aquella que se mimetiza con la escena genérica. En ella se narra o describe una situación, con carga subjetiva explícita o implícita, en busca de la aprobación de los destinatarios. Tomando prestados los términos pensados por Eliseo Verón (1986) para el análisis del discurso político, podríamos decir que en la red social se enuncia generalmente para un prodestinatario: un enunciatario que comparte ciertos presupuestos dóxicos, competencias culturales y códigos discursivos. Este prodestinatario muchas veces responde y se suma así a un diálogo. En nuestro caso, es quien comparte la crítica hacia “los raúles”, quienes aparecen tematizados, en tercera persona gramatical. (cfr. imagen 5)
En la segunda configuración, menos frecuente en nuestro corpus, aparece una escenografía diferente inserta en la escena genérica tradicional. A partir de rasgos enunciativos como el vocativo y otras formas deícticas de la segunda persona, se interpela al “Raúl” al diálogo, con frases que refutan o ridiculizan sus dichos. Así “Raúl” pasa al lugar del contradestinatario: se convierte en una voz con la que se polemiza, a la que se convoca para refutar. (cfr. imágenes 10 y 11). Pero es importante marcar que este diálogo suele ser imaginario, en tanto el tuit no es dirigido directamente a un usuario de Twitter a quien se le atribuya la identidad de “Raúl”, arrobándolo (cfr. 7). Por el contrario, por fuera de esta escenografía polémica se mantienen las condiciones enunciativas de todo tuit, escrito para la aprobación del prodestinatario.
Quienes enuncian estos tuits manifiestan emociones generadas por los actos de Raúl -hartazgo, enojo, furia, incredulidad, pérdida de paciencia-. Pero también expresan burla y condescendencia, con las herramientas de la ironía, la parodia y el cinismo. En líneas generales, tratan a Raúl desde una posición de superioridad moral.
Así, la apelación a Raúl en segunda persona se convierte en una suerte de gesto bravucón en voz baja, una puesta en escena pour la gallerie, donde el diálogo efectivo -incluso la polémica- es imposible. Raúl se vuelve de este modo una herramienta retórica de cohesión identitaria hacia dentro del propio grupo de pertenencia de quien enuncia. El hecho de enfrentarse a “los raúles”, incluso de reconocer el término, resulta constitutivo.
Mucho más que dos en el paso del garante al estereotipo: la construcción colectiva del Otro monstruoso
Raúl, entonces, cumple una función importante en el ecosistema discursivo de Twitter. Alimentado de la doxa, los discursos circulantes y el sentido común, receptor de las incorporaciones que se le asignan, es construido colectivamente, de manera quizás no del todo coherente pero efectiva:
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Como fantasma colectivo, tal como los monstruos de los cuentos tradicionales, tiene una misión que cumplir: reunir todas las características sociales que causan rechazo a un determinado sector para exorcizarlo. Como los sectores sociales no son homogéneos, tampoco es fácil encontrar una visión única de Raúl, en quien se depositan todos los males hasta convertirlo en el Otro absoluto, forzando incluso los límites de estereotipo instalado.
En tanto la asignación del nombre Raúl resulta en sí misma estigmatizante, atribuirle características (o, más bien, extender su incorporación a esas características) podría perseguir el efecto de una suerte de linchamiento colectivo del monstruo, de rito que deje a los enunciadores, en un juego de espejos, libres de machismo, estupidez y soberbia.
A su vez, esta construcción colectiva del Golem en las cadenas de respuestas de las redes sociales contribuye al pasaje del garante al estereotipo, en tanto la figura de Raúl se aleja de todo enunciado concreto hacia la abstracción. Esa abstracción se consolida hasta permitir sub clases de estereotipos alejados del núcleo semántico, como el caso de “Raúl Tecnología”. (cfr. 17).
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A modo de cierre
De este análisis aventuramos algunas ideas que se desprenden y otras que funcionarán como hipótesis a testear a futuro.
Este fenómeno de construcción de una “identidad social otra” identificada con el nombre Raúl se verifica a través de su recategorización de nombre propio a la adopción de las características de un nombre común. En este proceso (y a través de él), el fantasma cobra vida, ya no hace falta “ejemplificarlo” con voces particulares porque puede ser reconocido como voz social. Al darle a la categoría un nombre propio, se le da entidad. Así salimos de la idea de garante vinculada a un texto/fuente particular para pasar a constituir un estereotipo- una corporalidad, enunciación o figura social- reconocible para el grupo que la considera un “otro”.
Este estereotipo se construye socialmente, atravesado por la doxa, y por lo tanto no es homogénea: distintos hablantes atribuyen distintos rasgos. Sin embargo, se pueden establecer algunos puntos centrales. Buena parte de ellos coinciden con el racimo de características que suelen englobarse bajo el machismo, en tanto efecto visible del modelo social hegemónico que las corrientes feministas llaman “patriarcado”.
El acto de nominación que supone el uso del término Raúl recorta también al sujeto que enuncia el nombre, que se define por oposición. Esta figura tiene la propiedad de cohesionar el grupo hacia adentro a la vez que lo delimita hacia fuera. Así, el solo hecho de hablar de Raúl pone a quien lo hace en una categoría con rasgos opuestos a los que se destacan en el estereotipo (“antipatriarcal”, irónica, inteligente).
Tal como está planteado, “Raúl” encarna un Otro absoluto, estereotipado, caricaturizado y parodiado, descripto desde la superioridad moral. Se le quita todo rasgo humano, en línea con lo que sucede en la enunciación: no se busca un diálogo, sino una burla. En efecto, este dispositivo deshumaniza a aquellos englobados como “raúles”, les quita densidad subjetiva: no son más que los prejuicios del discurso social que encarnan. Se les quita toda posibilidad de palabra y voluntad, en tanto no se los toma como individuos sino como estereotipos, que son atravesados, hablados, por la ideología dominante.
Las escenografías enunciativas que observamos se organizan en torno a una puesta en escena de polémica ficticia, dirigida a los destinatarios clásicos del discurso político: el pro y el contradestinatario. Desde el discurso se reproduce y ahonda así una suerte de “grieta”, dicotomía social, en torno a cuestiones género. La construcción de estos sujetos colectivos opuestos puede pensarse de la mano de una de las ideas-fuerza de los movimientos feministas, “lo personal es político”. Esa es la noción de patriarcado como modelo hegemónico, invisibilizado por las propias relaciones de poder que lo naturalizan. Desde ese lugar, la posición enunciativa de quien usa el término “Raúl” podría conllevar una suerte de pretensión de autoconsciencia de la carga política de la vida cotidiana que funcionaría como origen de la superioridad moral en relación al “Raúl”, quien toma el statu quo por natural.
En este marco, esta enunciación paródica del Otro absoluto, inhumano, este estereotipo en el límite con lo grotesco, podría pensarse como un engranaje discursivo en la compleja batalla por disputar la hegemonía cultural. Un leve desplazamiento: de patriarcado a raulado, pone en evidencia los aspectos absurdos, violentos y vetustos del sistema. Este movimiento conlleva cuestionar las actitudes y actos machistas que por siglos fueron vistos como naturales, y decirle a gran parte de la sociedad que es hablada por la ideología hasta el punto en que deviene voz social, Golem. Al fijar y marcar estos discursos y prácticas sociales con el sello estigmatizante y a la vez burlón de “un Raúl”, este uso discursivo en leve tensión con la norma -en la línea del lenguaje inclusivo- podría pensarse como herramienta de empoderamiento.
Notas al pie
(1) Este es el fenómeno observado por ejemplo con los nombres “Tincho”y “Milipili”, asociados a cierto estereotipo de sujetos jóvenes, “los chetos”, especialmente en las redes sociales. Quedará para trabajos posteriores identificar sus características y determinar cuáles son los nombres “no marcados”, aquellos que señalan el centro invisible, el punto ciego de la ideología: las Lauras o Nicolases, por ejemplo.
(2) En el desarrollo del trabajo decidimos enfocarnos en “Raúl” y dejamos de lado a “Mabel”, por razones de espacio y también de menor representatividad en el corpus analizado.
(3) Nominar. Del lat. nomināre. 1. tr. Dar nombre. 2. tr. Preseleccionar a alguien para un cargo o cometido. 3. tr. Presentar o proponer a alguien para un premio (Fuente: Real Academia Española: http://dle.rae.es/?id=QaWFrqX).
Bibliografía
Amossy, Ruth (2001). “Ethos at the Crossroads of Disciplines: Rhetoric, Pragmatics, Sociology”. En Poetics Today 22 (1): 1–23.
Amossy, Ruth (2010). La présentation de soi. Ethos et identité verbale. París: PUF.
Amossy, Ruth y Anne Herschberg Pierrot (2001). Estereotipos y clichés. Buenos Aires, Eudeba.
Bajtín, Mijail (1979 [1982]). El problema de los géneros discursivos. Estética de la creación verbal. Buenos Aires, Siglo XXI.
Kerbrat-Orecchioni, Catherine (1986). La enunciación. De la subjetividad en el lenguaje. Buenos Aires, EDICIAL.
Maingueneau, Dominique (2010). “El enunciador encarnado: La problemática del ethos.” En Versión. Estudios de Comunicación y Política, 203–225.
Verón, Eliseo (1979). “La palabra adversativa. Observaciones sobre la enunciación política”. En AA. VV., El discurso político. Lenguajes y acontecimientos. Buenos Aires. Hachette.